MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY

10/6/24 (Mt 5,1-12)

PARA VIVIR LAS BIENAVENTURANZAS

En el año 2018 el papa Francisco nos ofreció la Exhortación Apostólica Gaudete et exultate, que significa “alégrense y regocíjense”; son las palabras que Jesús dirige a los que son perseguidos o humillados por su causa. Todo el documento presenta las más sencillas y profundas pautas cotidianas para vivir en santidad en el mundo de hoy.

En la exhortación, se desmontan los tabúes de las falsas concepciones de la santidad. Se desmenuzan las bienaventuranzas como proyecto de vida que te permite responder a lo que el Señor espera de ti. Me impresionó buscar el documento para trabajarlo en un retiro y no encontrarlo en físico en varias librerías. Parece ser un material no comercial, en desuso. Pero sí se puede descargar de internet y sacarle provecho a esa joya de guía espiritual.

El evangelio de este día trata de las bienaventuranzas. Y teniendo en el corazón estas inspiraciones quisiera compartir contigo cómo podríamos tú y yo ejercitarnos en este caminar y ser felices. En resumen:

Pobre de espíritu: el camino de la santidad comienza con la humildad. Reconoce quién eres tú, quién es Dios, quiénes son los demás. Confía plenamente en el Señor. Todo te viene de Él. Te pide todo para darte todo. Él es todo. Tu riqueza.

Mansedumbre: sin la pobreza de espíritu no puede haber mansedumbre; que es la disposición sincera y profunda de que Dios te modele, te transforme, y poco a poco vayas pareciéndote a Él en todas tus acciones. Observa que las dos primeras bienaventuranzas tienes más impregnadas las actitudes del corazón.

Llorar: son las lágrimas de compasión, no de capricho. Te dejas herir por el dolor de los demás y compartes los mismos sentimientos de Cristo. Lloras por lo que Él lloró. No le huyes al sufrimiento que llega sin buscarlo. No te vas cuando te necesitan.

Hambre y sed de justicia: todo lo que el Señor hace en ti por dentro, necesitas verlo plasmado hacia fuera. La justicia es una necesidad vital. Comienzas a ser justo contigo mismo y también con los demás. Colaboras para que haya más justicia en el mundo.

Misericordia: la misericordia nace en ti cuando haces memoria de lo que el Señor ha sido contigo mismo. Él ha permitido que tu miseria encuentre nido en su corazón. Es tener una actitud de salida de ti para alcanzar al otro en su dolor, en su realidad, y llevarle consuelo profundo, con un auxilio concreto, que alivie su carga.

Limpios de corazón: el corazón se limpia, primero identificando el sucio y segundo disponiéndose, con dolor, a sacarlo. El confesionario es el salón de belleza donde el interior queda reluciente. Desyerbar el interior es colirio para ojos contemplativos.

Trabajar por la paz: no basta con hablar de paz, es necesario sembrarla con la presencia misma, con la palabra, con los gestos, las acciones. Quien trabaja por la paz ha renunciado al chisme y a encender fuegos devastadores en la comunidad.

Persecución: si te dispones a vivir lo que el Señor te pide, prepárate para las persecuciones. Porque hasta tu presencia molestará. Le recordarás a muchos lo que deben hacer y no hacen. Serás piedra en el zapato. Si no tienes contrarios es porque buscas agradar a todos.

Señor: confiaré y viviré en la Palabra que me lleva a tu Reino, a la tierra prometida, al consuelo de mi alma, a la saciedad de mi sed. Señor, estoy alegre y feliz, porque nos das las pautas para que seamos hijos e hijas, y en ti heredar el Reino prometido.

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