MEDITACIÓN DE LAS LECTURAS DE HOY

12/6/24 (1R 18,20-39; Sal 15; Mt 5,17-19).

¿HASTA CUÁNDO CAMINAR CON “MULETAS”?

El profeta Elías, en la primera lectura, hizo una fuerte interpelación al pueblo, confundido entre quién era el verdadero Dios, si el Señor o Baal. Cuestionó: “¿Hasta cuándo van a caminar con muletas?” Les desafió con una prueba pública que demostrase la verdad. Los cuatrocientos falsos profetas, invocando a su dios, no pudieron prender fuego a su ofrenda, mientras que Elías, mediante la asistencia del Señor sí lo hizo.

También hoy, tú y yo podríamos caer en caminar con muletas, en su sentido espiritual, cuando tenemos una fe vacilante, débil, vulnerable, que no se sostiene con firmeza en el Señor. Camina con muletas quien, aunque diga que cree en Dios, anda buscando seguridades fuera de Él, porque, en el fondo, le hace falta abandono.

Para soltar las muletas se hace necesario ir fortaleciendo la fe. El salmista te presta las palabras necesarias para dirigirte a Dios e ir dando pasos de confianza en el Señor. Repite en tus adentros lo que él dice: “Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti”. El orante identifica al Señor como su puerto seguro, donde no hay peligro. En Él se apoya y encuentra su bien.

En la circunstancia del salmista él observa y denuncia que se multiplican dioses extraños. Esos dioses extraños se van formando cuando dentro, en el interior, se le quita el lugar al Señor para darlo otros asuntos y prioridades fuera de Él. El orante te indica la postura cierta ante tales tentaciones, rechazarlas y fijar la mirada en el Señor. En vez de titubear, con la tristeza de quien vacila, asegura que la firmeza en el Señor, ofrece alegría perpetua.

En el evangelio, el Señor Jesús te muestra la base sólida de la Palabra, a la que Él ha dado plenitud. La Palabra cotidianamente te va dando el alimento necesario para irte desprendiendo de los bastoncitos que no te permiten madurar ni avanzar. Ahí está, junto a los sacramentos, y la fuerza de la comunión, el sendero de la vida; las luces para hacer vida la voluntad de Dios.

Pregúntate en el silencio de tu oración: en este momento de tu vida, ¿en qué te estás apoyando? ¿Cuáles bastones están sobrando? ¿De dónde nace la desconfianza, la falta de abandono en el Señor? ¿Cuántas veces el Señor te ha demostrado que Él camina contigo? ¿En qué te estás refugiando? ¿Cómo puedes identificar los falsos refugios? ¿Para qué sirven las muletas que te debilitan la fe? ¿Por qué la oración te permite poco a poco ir soltando las muletas y caminar con alegría en la presencia del Señor?

Señor: en ocasiones me he sorprendido caminando con muletas. Y en cada una de estas muletas está la denuncia de la falta de oración y de confianza. Hoy, en tu Nombre, quiero soltar todas esas ataduras que no me dejan ser libre en ti. Quiero sostenerme, Señor, con tu alimento y con tu presencia. Gracias por la paciencia de ir conmigo, como ese buen amigo que me sostiene hasta alcanzar el equilibrio necesario para avanzar mediante convicciones honestas. Tú eres, Señor, mi heredad y mi copa, contigo a mi derecha no vacilaré.

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