MEDITACIÓN DE LAS LECTURAS DE HOY

24/6/24 (Is 49,1-6; Sal 138; Hch 13,22-26; Lc 1,57-66.80).

ME HAS ESCOGIDO
Y PRESERVADO

La Iglesia sólo celebra tres nacimientos: el del Señor Jesús (25 de diciembre); el de la Virgen María (8 de septiembre); y el de Juan Bautista, hoy, 24 de junio. El mismo Jesús dijo de Él: “Entre los nacidos de mujer no hay otro mayor que Juan Bautista” (Mt 11,11). Último de los grandes profetas de Israel; testigo de Jesús desde el seno de su madre; iniciador del rito del bautismo para el perdón de los pecados; voz del desierto para allanar el camino del Señor; predicador de fuego por la conversión de los corazones; humildad hecha persona; mártir por la verdad y la justicia. Las lecturas escogidas para el día, más la vida luminosa de Juan, nos invitan a releer la historia personal como historia de salvación.

Si te has quejado de tu pasado, lamentándote de tu historia personal; si has visto tu ayer sin ojos creyentes, pon atención a lo que la Sagrada Escritura te enseña. Tú, como Juan, estabas en el seno de tu madre cuando el Señor se fijó en ti. Antes de nacer ya eras su proyecto de santidad. Te llamó por tu nombre. Tú no sabías quién eras cuando ya el Señor se relacionaba contigo. Pedagógicamente te hablaba, como para iniciarte a escuchar su voz. Eres un verdadero milagro. Te conoce como nadie y más que tú. De ahí su interés insistente y paciente por ti, porque fue Él quien formó tus entrañas.

Se espera de ti, como el orante del Salmo, dar gracias por sus maravillas. Cuando naciste, no se desentendió. Él ha ido invirtiendo para formarte. Aunque hayas tenido múltiples amenazas tentadoras contra tu felicidad, el Señor no te ha retirado su mirada, pone su mano sobre ti y te bendice constantemente. En Él está tu identidad. A ti te dice: “Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso”.

Aunque la estima, en ocasiones, la tengas por el suelo, acoge estas palabras sanadoras, consoladoras y liberadoras, que son para ti. Eres orgullo para Dios, no una vergüenza de la que Él tiene que tapar el rostro. Pero te toca a ti, dejar que Él te haga luz, que destierre toda oscuridad de tu mente, de tu interior. Deja que su gracia te habite totalmente.

Con el nacimiento de Juan, hasta los vecinos cercanos celebraron admirados este acontecimiento. La gente se preguntaba “¿Qué va a ser este niño?”. Hazte preguntas semejantes para ti e intenta responderte, en el silencio de tu oración: ¿qué ha venido soñando el Señor para ti?, ¿cuál es su voluntad para tu vida?, ¿tú vas descartando las evidencias de por dónde Dios te quiere?, ¿por qué pones en riesgo tu felicidad ignorando la voluntad de Dios para tu vida?, ¿te has detenido a leer tu historia personal con ojos de fe? ¿Tú pudieras reconstruir en tu memoria la manera en que Dios te ha reservado para Él y su proyecto?; el modo en que llevas la vida, ¿es alegría y esperanza para los demás? ¿Dónde está el Señor en tu mente, en tu corazón, en tu agenda, en tu caminar?

Señor: tú me sondeas y me conoces. Por eso, hoy me dispongo para que, como aprendiz, me lleves de la mano. Quiero hacer ese paseo santo contigo, por mi historia personal. Ve, como maestro y pedagogo, mostrándome los momentos en que has estado conmigo de manera especial. Ayúdame a descubrirte en mi memoria. Dame tus ojos luminosos, Señor. Necesito identificar tus huellas. Líbrame de las marcas que intentan ahogar mi fe. Tu gracia puede más que incontables heridas. Gracias, Señor, porque como el de Juan, también mi nacimiento ha sido importante para ti.

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