MEDITACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY: 27/6/24 (Mt 7,21-29).

EDIFICAR SOBRE ROCA

El Señor nos llama hoy, como a todos sus discípulos, a edificar sobre roca. Conforme al pasaje, ¿a qué se refiere esta roca? La roca es la “voluntad de Dios”. Porque su Palabra nunca pasará. Para hacer la voluntad de Dios hay que esforzarse mucho; hacerla vida es renunciar a lo más cómodo. Fácil sería decir “Señor, Señor”, ir por todos lados anunciando su Nombre, pero sin que estos viajes pastorales toquen el corazón y lo transformen. Esto sería arena arrastrada por los vientos. 

El Señor deja claro que nadie reclame haber empleado su tiempo predicando, evangelizando, pero ignorando qué el Señor le exige en su propia vida para perfeccionar el servicio que realiza. O sea, hay servicios imperfectos. Uno se puede engañar pensando que está sumergido en Dios. Y realmente, cuando tú le regateas renuncias a la roca que Él te ofrece para edificar.

Date cuenta que en el día final, a los que hicieron correrías pastorales en lo superficial de la existencia, el Señor los apartará. Es duro reconocer que les llamará “malvados”. Pero el evangelio no se corrige. Cuando Él habla tan fuerte, en vez de asustarnos, hemos de reconocer que nos está alertando la seriedad del seguimiento, y nos motiva a vivirlo fielmente. Nadie diga que no lo sabía. Todos sabemos lo que el Señor quiere de nosotros. Diariamente lo anuncia en su evangelio.

El Señor conoce e identifica a quien hace la voluntad de Dios. Porque como Él la ha vivido desde la eternidad, ahí se encuentran juntos. Tiene íntima amistad con el Señor Jesús quien busca complacer al Padre.

Edificar sobre roca garantiza que tu casa, tu vida, tu existencia, se mantenga firme y sólida cuando los vientos y las lluvias arremeten contra ella. Llega la tormenta, pero tú sabes bien los intereses que persigues, los intereses del mismo Dios. Esa pureza de intención hace que el alma tenga un ancla segura. Sobre la roca está la paciencia para esperar que el sol amanezca. Quien escoge hacer la voluntad de Dios garantiza la felicidad perpetua, más allá de los sufrimientos que implica realizarla. 

Algunas preguntas para rumiarlas en el corazón: ¿Te has preguntado: Señor qué quieres de mí? ¿Has invertido tiempo para descubrir lo que el Señor te pide? Cuando tú recitas frases en la oración ¿eres consciente de lo que dices y a quién se lo dices? ¿Por qué el Señor es amoroso y exigente? ¿Qué sería de ti sin las exigencias cotidianas que el Señor te da? ¿Tú estás batallando para construir sobre roca? ¿Recuerdas algún aguacero que hizo tambalear tu casa? ¿Qué desperfectos encontraste en ella; por qué fue removida? ¿Los años de experiencia cómo lo estás aprovechando? ¿Qué has aprendido de las edificaciones sobre arena?

Señor: aquí estoy. Tú sabes que ante la tendencia de escoger lo fácil, he preferido sacrificarme y salir ganando contigo. No puedo decir que mi servicio sea perfecto, pero sí quiero que tu gracia lo santifique. Deseo recoger los ladrillos del evangelio, las maderas de los santos, el martillo de la oración, los clavos del sacrificio, los alambres de la comunión, el cemento de los sacramentos… Que tu misericordia, Dios mío, sea la zapata de mi casa, y que la viga de amarre sea el amor maravilloso con el que me has sostenido desde siempre. De hecho, Señor, ya no quiero casa propia. Que tu casa sea mi casa; roca de gracia donde quiero habitar por siempre.

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